lunes, 15 de septiembre de 2008

Cronica muy personal acerca de la 1 lectura perikerika


dibujo, de la serie del taller de sueños

No me compañeree tan rápido compañera
Crónica testimonial y (muy) personal de la primera Lectura Periferika

Había luna llena y nubes. Estábamos en un teatro al aire libre que tenía algo de nave espacial. Una isla, cruzada como por diez supercarreteras de alta velocidad. Una intemperie enclavada en medio de la nada, una cosa muy rara, que dejaba de inmediato en evidencia la mezquindad para con los vecinos de Conchali (por cuyas cabezas pasan las supercarreteras) de quienes lo construyeron, las empresas concesionarias.
Me cuentan que el anfiteatro al borde del abismo urbano, fue la reparación que las súper empresas dieron a los pobladores por arrasar con la mitad del paisaje.
Habíamos llegado en micro, con los señores (y señora) poetas Pepe Cuevas, Elvira Hernández, Carlos Henrickson, que estaba pálido como siempre, Oscar Saavedra, su polola y una amiga de la polola. Las chicas llevaban la cámara y la tarea de registrarnos.
Nos habíamos juntado en Bandera con Alameda, previamente para ir de a varios (mejor sumar que restar pues compañero) a la lectura en Conchalí.
Nadie había impreso el mapa que Saavedra aplicadamente diseño y envió por mail a todos sus contactos junto a la invitación y nadie tenia una remota idea de adonde íbamos. Total que el viaje en la 203, digno engendro del transantiago, fue toda una odisea de preguntas a los señores pasajeros y al señor conductor acerca de donde quedaba Independencia con la circunvalación Americo Vespucio, lo que así dicho parece que es a la concha de la lora, pero no crea usted, no es tan lejos. En medio de todo Pepe Cuevas nos metía miedo y se cagaba de la risa. Nos decía que por la radio había escuchado que habían barricadas en Conchalí, lo que tomando en cuenta la fecha, tan cerca de nuestro 11 sangriento, era más que probable. No obstante nada de eso sucedió.
Fue fácil llegar finalmente y todo estaba en calma. Al bajar vimos un rallado en la carretera de esos de la Brigada Chacón, que anunciaba la lectura de poesía. A todos nos sorprendió el gesto. En Conchalí se habla con letras grandes.
En el afinteatro nos esperaba la Saldaño y Baeza. Alguien habló de ir a comprar marihuana. Mmmm, no es mala idea. Un par desaparece por un rato, supongo que van a eso. Llegan Jordi Lloret y Darinka Guevara, también aparece el Fede Eissner que arribó al lugar solito, piolita, en micro, sin hueviar a nadie, rico, como siempre, atrasito llegó la Gómez, chascón, muy Gómez, como siempre.
En fin, como a las 8 comenzó a aparecer la tropa de los convertidos conscientes.
Esperando que comiencen las lecturas, hablamos un poco de política latinoamericana, de la mierda en que estamos, alguien menciona lo de Evo Morales, de la semejanza de lo que pasa hoy en Bolivia con lo que pasó aquí mismo durante el gobierno de Allende, lo que hizo la derecha para desestabilizar al (verdadero) gobierno socialista. Me da urticaria.
Entre charla y charla concordamos que la cosa está un tanto turbia por estos lados.
Sin embargo me aborda la certeza de que estamos haciendo lo correcto. Estoy contenta, siento que con este ciclo de lecturas en la periferia estamos haciendo contracultura de verdad, cambiando los ejes, al menos haciendo el movimiento inverso al que nos han condenado. Estamos haciendo un pequeño agujero en el saco de la indolencia, el arribismo y el clasismo.
Cuando vuelvo a estos arrabales me conecto con lo que efectivamente soy, (pese a algunos años de transculturización), una cabra pelusa, con mocos en la cara y costras en las rodillas, peligrosa y media muerta de hambre, así que cuidado conmigo compañero, no me subestime. Y esa certeza me tranquiliza.
Conozco las poblas porque crecí a pata pelada en dos de ellas, en San Miguel y en Peñalolén. Buenos años, duros, pero buenos, de muchos amigos y mucha calle.
En la pobla lo que más ves es dignidad y trabajo. También ves dolor y enfermedad y gente que muere con rapidez, porque como todos sabemos la salud en este país es un privilegio y no un derecho.
También ves tragedias terribles, violencia sobre violencia, porque es muy difícil vivir con todo en contra. De esas tragedias se alimenta hoy la televisión, facturando millones con el reallity mas crudo que guionista alguno pueda imaginar y que más encima es gratis.
Los medios que folclorizan la pobreza en vez de dignificarla me parecen sospechosos porque naturalizan el abuso. Hablar en flaite no es un mérito literario popular sino la herencia ingrata de años de abandono y de una educación carente para las clases trabajadoras, aprovecharse y lucrar con eso me parece perverso.

2

Dentro del anfiteatro en una explanada chiquita, hay un carrito que vende completos, té, café y un tambor con fuego que oficia también de parrilla. El lugar cuenta con un buen data que cerca de las 9 de la noche comienza a proyectar el video de un happening que hiciera en los lejanos 80 el mismísimo Enrique Lihn y otros escritores locos que se disfrazaron durante un almuerzo dionisiaco para luego acarrear un ataúd hasta el río Mapocho. “Gente linda de la que ya no fabrican”, pienso mientras veo el inédito registro de esa temprana performance que no figura ni por si acaso en la historia del arte de acción chileno que desconoce el papel de los poetas en la gestación de ese lenguaje.
La cinta fue un hallazgo que hizo Jordi Lloret hace algunos años durante una mudanza. Yo sabía que existía pero no la había visto nunca.
En la “pieza” aparecen Enrique Lihn presidiendo el raro almuerzo-funeral, a su derecha, ese coloso de las letras que fue Francisco Coloane, a su izquierda Matilde Ladrón de Guevara, ex miss Chile, escritora, feminista, luchadora y madre de Sybila Arredondo, mujer del escritor peruano Jose Maria Arguedas que estuvo 15 años presa en un penal de alta seguridad en Lima durante el gobierno de Fujimori. También aparecen en el video un Cristian Warken irreconociblemente hippie, el mismo Jordi Lloret probablemente en plena época del galpón Matucana y otros personajes que no logro reconocer.
Mientras tanto eso ocurre en la pantalla, en las gradas, tengo la oportunidad de conversar con la tremenda poeta que es Elvira Hernández, me entero que estudió en el pedagógico, fue compañera de carrera con el Pepe Cuevas en plenos 70. También me entero que ella estuvo en el mítico departamento de estudios humanísticos de la Universidad de Chile donde se generó un movimiento literario que marcaría la historia de la vanguardia literaria en esta tierra con Ronald Kay, Nicanor Parra, Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Diamela Eltit y Eugenia Brito entre otros baluartes de las letras nacionales.
Como a las 9 y con poco pero comprometido público local, las lecturas en el Cortijano se sucedieron con rapidez aunque éramos bastantes los poetas programados. Me sorprendieron el compañero poeta que vino de la Serena Jorge Alberto Collao así como también los bates locales, la gente de Conchalí, tanto los productores como aquellos que aprovecharon bien el micrófono abierto.
La noche terminó como era de esperarse con cervezas en un bar de mierda como son todos los bares de esta ciudad (también de mierda) y con brindis por allá y por acá, con vasos llenos que iban y venían por el futuro de la poesía, porque al menos por un rato dejamos de lado nuestros egoístas egos, nuestros miedos pequeñoburgueses y pudimos hacer algo bueno juntos.
La Elvira nos acompaña al bar, celebra con nosotros con una bebida, una canada dry. Le pregunto por qué y me responde que ya tomó todo lo que tenia que tomar en esta vida. Yo pienso que yo debería estar haciendo lo mismo que ya tengo el hígado caducado pero esta noche tengo ganas de compañerear con los compañeros poetas y se me viene a la mente lo que me dijera alguien en algún momento “no me compañeree tan rápido compañera” y me da risa, inevitablemente y brindo otra vez porque compañeros mas, compañeros menos, esta noche hubo voluntad colectiva y poesía, cosas ambas rarísimas en estos tiempos indolentes y mezquinos y eso ya es un regalo.

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