lunes, 10 de septiembre de 2007

Contingencia Sicodélica

Pintura, drogas y Glam rock

Escaso registro queda, nada en Myspace o Youtube, que dé fe de la existencia del movimiento artístico más excéntrico y legendario de la plástica nacional. La llamada Contingencia Sicodélica que remeció en plenos 80 aulas intervenidas, botó techumbres en lisérgicas escapadas y animó las fiestas mas concurridas por la policía de la época. Aquí su historia nunca contada por tres de sus integrantes originales.

Por Eli Neira

Corría la década de los 80, bajo circunstancias políticas y sociales ya por todos conocidas y un panorama ampliamente descrito; los Prisioneros rompían basureros en San Miguel, el Gobierno Militar recrudecía la represión, los pobladores en las calles recrudecían la resistencia y el toque de queda hacía de la vida nocturna una peligrosa aventura sin igual. Poco o nada había para hacer en las universidades tomadas por los militares. En esa cochambre se incubó en los patios de la Escuela de la Arte de la Universidad de Chile uno de los movimientos artísticos mas extravagantes de los que tenga memoria la plástica chilena, la llamada Contingencia Sicodélica.
Entre drogas, ocio y discusiones eternas sobre arte, política y cultura pop los entonces estudiantes de la carrera de artes visuales Hugo Cárdenas, Rodrigo Hidalgo, Carlos Araya “Carlanga” y Mauro Jofré, un buen día se dieron cuenta que básicamente pensaban lo mismo acerca de estos coyunturales temas y decidieron fundar un movimiento artístico y social que al que llamaron Contingencia Sicodélica.
“Teníamos la mismas ganas de parar de escuchar folclor chileno y cantautores llorones de principios de los ochentas y también estábamos en absoluta oposición a la cultura militar, derechista, conservadora y ultra católica que proponía el otro lado de Chile. Queríamos hacer una mezcla nueva para ese momento, el rock, el carrete, la política y la creación pictórica. De ahí viene el nombre de Contingencia Sicodélica. Nuestra manera se aparentaba mas al espíritu Dada que a un partido politico”; cuenta desde Paris Carlos Araya Carlanga.
“Básicamente fuimos cuatro los fundadores y los que no faltábamos nunca a las reuniones y quiénes creamos las bases del movimiento y los conceptos de cada intervención. Pero como toda tendencia, con el tiempo se fue sumando gente con gran aporte”, comenta Mauro Jofré de visita en Santiago.
“También colaboraron Pablo Domínguez, hoy exitoso pintor, la Pancha Núñez, gran escultora, TV Star, líder de la banda “Los Dada” y pintor, muerto en un accidente el año 87, Miguel Conejeros, de la banda Pinochet’s boys y músico electrónico con el nombre de Fiat 600, hoy radicado en Barcelona, Charly boy, pintor y andinista, Miguel Hiza, músico, pintor y escritor que luego sería el cantante de Parkinson (donde colaboraron Conejeros e Hidalgo), actual productor televisivo.....aparte de esos hubo algún otro con los que colaboró ocasionalmente” detalla Hugo Cárdenas.
Si hubiera un manifiesto estético que resumiera los principios fundacionales de la Contingencia Sicodélica, éstos serian, odio a Pinochet por sobre todas las cosas, la pintura y la música como instrumentos de liberación, la moda por sobre la tristeza y las drogas y el rock`n roll como estilo de vida.
“Nuestro estilo era Punk. Aunque en ese tiempo nos sentíamos new wave. Tirábamos frases en entrevistas como “por amor pegamos” por ej; o un comic del Hugo: “Contingencia Sicodélica Strikes Again”; un proyecto de revista, con mucho estilo, del Hugo con el Rodrigo, llamada “Eraserhead”. Exposiciones Carlanga-Mauro en el Cultural Mapocho, a lo transvanguardia alemana, donde además hacían escena “The Alicats”, con Miguel Conejeros, Tan Levine y Carlos Cabezas”, recuerda Mauro.
“Era mas bien un anarquismo callejero relacionado 100% con la ideología punk: no creer en nadie mayor de 30, hágalo ud. mismo, la sociedad esta podrida y cosas por el estilo...”, puntualiza Cárdenas
“No nos tomábamos en serio nada, podíamos morir al otro día, lo nuestro era una actitud de vida mas que una obra concreta, creíamos en la moda mas que en la política a la antigua, o mas bien creíamos que era posible una actitud política y rockera, glamorosa y anti pinochetista. No nos interesaba el discurso académico del arte por entonces cargado al conceptualismo. Éramos pintores por rebelión”, explica Carlanga.

Murales y asados

Asi las cosas, más pintores que “instaladores”, más punk que comunistas y más anarquistas que cualquier otra cosa, estos chicos que salían a la calle en las protestas pero con peinados Glam y que hacían apología de la droga en cada fiestas a donde invariablemente llegaba la policía, aglutinaron a su alrededor una tropa lo suficientemente grande y creativa como para formar un núcleo luminoso del under que por entonces se multiplicaba como un cáncer por las mamas de un Santiago blindado.
Como era de suponer, rápidamente la Contingencia, expandió sus ondas creativas más allá del Campus Las Encinas y entraron en contacto con otros grupos y puntos de reunión de la época .
Aparte de las peligrosas fiestas, los regulares asados y pichangas, considerados por los miembros del movimiento como actividades artísticas de la más legitima índole, según cuenta Mauro Jofré, tuvieron una intensa actividad plástica y cultural, como muralistas ocuparon las paredes de la escuela de arte de la Universidad de Chile, hicieron nueve murales en el Galpón Matucana 100, relatando su personal versión de la historia del hombre:
“Al mismo tiempo creamos los telones de fondo para el grupo los Pinochet Boys y Carlos Calor. También ganamos el premio de pintura de la bienal underground , organizada por Vicente Ruiz” cuenta Carlanga.
“Como Contingencia Sicodélica debutamos con una expo de pintura y cómics en la Galería Bucci, donde también hubo recitales de Hidalgo, Conejeros, Hiza, los Dada. También se participó como muralistas en el primer encuentro de arte punk en la calle el Aguilucho, donde tocaron los Pinochet’s Boys y Los Dada junto a otros grupos de la época....”, recuerda Cárdenas.
“Enrico Bucci nos entrego su galería muchas veces para nuestras ideas, y nosotros compartíamos con otros ese espacios. Era un sub arriendo artístico. El Garage Internacional Matucana 10, era otro de los lugares comunes entre artistas y que fue cedido para nuestra intervención”, agrega Mauro.



Líos con la Ley

Un punto importante del manifiesto estético de la Contingencia Sicodélica fue la defensa acérrima del consumo de drogas y la defensa de estas sustancias como parte importante del proceso creativo.
“Las drogas formaban parte del descubrimiento, de la automarginación, de la resistencia y la subversión”, dice Carlanga.
“Se consumía drogas. Una vez una compañera llego de California con ácidos para todos. En su defecto la cosa era alcohol, grapa incluso, yerba, y hasta neoprene. Muchos de los proyectos surgieron en reuniones de consumo variado”, confiesa Cárdenas.
Fueron justamente las drogas, las fiestas y el alcohol el aditivo que acompaña las anécdotas más sabrosas de la Contingencia Sicodélica:
“Me acuerdo de una vez que con toda la Contingencia tomamos LSD y luego jugamos un partido de fútbol increíble donde nuestros adversarios que eran los campeones de la escuela de arte de la época (súper deportistas y sanos muchachos) ni pudieron tocar la pelota ya que nosotros al parecer estábamos en un estado de compenetración tal que sobrevolábamos el terreno de fútbol. Resultó que al cabo de un momento, nuestros oponentes, sintiéndose tan frustrados por nuestro ballet lisérgico, abandonaron el match. Esa memorable tarde terminó con el accidente de Pablo Domínguez y Rodrigo Hidalgo que corriendo por los techos de la escuela pasaron a través directo al suelo y además del porrazo fueron inmediatamente expulsados de la universidad por la directora de entonces Gilda Hernandez. No sirvió de nada las protestas que hicimos para tratar de reintegrarlos y nuestro "combativo y muy luchador" centro de alumnos se lavo esa vez olímpicamente las manos”, relata Carlanga.
“Anécdotas hay muchas, como cuando para llegar a las fiestas nos subíamos 15 personas en un auto, o 7 en una moto, o cuando bajo los efectos del ácido lisérgico, un chofer de la micro donde íbamos se bajó, fue hacia un bus de pacos y tranquilamente los guió hasta nosotros que nos entregamos pacíficamente un poco confundidos...y ni hablar de la mítica fiesta de la calle Herrera que fue ampliamente cubierta por la prensa de la época. Fue una fiesta muy concurrida donde había tal escándalo que llegó la policía y nos llevaron a todos en cana, salvo los que huyeron por los techo. Yo incluso salí con nombre y apellido en el diario y me pasaron a fiscalía militar por agresión a carabineros. Entre los detenidos figuraban la Patricia Rivadeneira, la Jacqueline Fresard, los dos Conejeros, Milton Lu, grandes personajes”, recuerda Cárdenas.

Con los 90 llego la democracia y la ciudad cambió. Como muchos célebres lugares de la época, el galpón Matucana cerró, la galeria Bucci también y nada quedó de las obras allí desplegadas. Por su parte los muchachos, sin más años que cursar en la vapuleada Escuela de Arte de la Universidad de Chile, partieron con diferentes rumbos. Carlos Araya se fue a Paris, donde se radicó y vive hasta el día de hoy dedicando sus días al ejercicio de la pintura. Mauro Jofré hizo lo mismo pero se fue a Villarrica, donde sigue pintando bajo un cielo limpio y además hace vida familiar. Cárdenas también continúa pintando y exponiendo de vez en cuando, concentrado en su taller de la calle Domeyco y Rodrigo Hidalgo, luego de la disolución de Parkinson se dedicó a la pintura y a la música de manera aislada.








Murales y exilios

Asi las cosas, más pintores que “instaladores”, más punk que comunistas y más anarquistas que cualquier otra cosa, estos chicos que no adoraban a Lennin pero sí a los peinados de los Clash, que salían a la calle en las protestas pero con una actitud Glam y que hacían en la época difícil apología de la droga en cada fiestas a donde invariablemente llegaba la policía, aglutinaron a su alrededor una tropa lo suficientemente grande y creativa como para formar un núcleo luminoso del under que por entonces se multiplicaba como un cáncer por las mamas de un Santiago blindado.
Como era de suponer, rápidamente la contingencia, expandió sus ondas creativas más allá del Campus Las Encinas y entraron en contacto con otros grupos y puntos de reunión del candente santiago nocturno ochentero.
Aparte de las peligrosas fiestas, los regulares asados y pichangas, considerados por los miembros de la Contingencia como actividades artísticas de la más legitima índole, tuvieron una intensa actividad plástica y cultural. Como muralistas ocuparon las paredes de la escuela de arte de la Universidad de Chile, hicieron nueve murales en el Galpón Matucana 100, relatando su personal versión de la historia del hombre:
“Al mismo tiempo creamos los telones de fondo para el grupo los Pinochet Boys y Carlos Calor. También ganamos el premio de pintura de la bienal underground , que era una parodia de premio oscar organizada por Vicente Ruiz” cuenta Carlanga.
“Como Contingencia Sicodélica debutamos con una expo de pintura y comics en la Galeria Bucci, donde también hubo recitales animados por los varios proyectos musicales de Hidalgo, Conejeros, Hiza, los Dada. También se participó como muralistas en el primer encuentro de arte punk en la calle el Aguilucho, donde tocaron los Pinochet’s Boys y Los Dada junto a otros grupos de la época....”, recuerda Cárdenas.
“En ese tiempo se hicieron exposiciones, murales, cómics, revistas. Enrico Bucci nos entrego su galería muchas veces para nuestras ideas, y nosotros compartíamos con otros estos espacios. Era un sub arriendo artístico. El Garage Internacional Matucana 10, era otro de los lugares comunes entre artistas y que fue cedido para nuestra intervención”, agrega Mauro.
De todas esas obras, no queda casi ningún registro. Matucana cerró, la Galeria Bucci también. Con los 90 llego la democracia y la ciudad cambió. Por su parte los muchachos ya no tenían mas años que cursar en la vapuleada Escuela de Arte de la Universidad de Chile y partieron con diferentes rumbos. Carlos Araya se fue a Paris, donde se radicó y vive hasta el día de hoy dedicando sus dias al ejercicio de la pintura. Mauro Cofre hizo lo mismo pero se fue a Villarrica a cuidar de sus hijos y hacer vida familiar. Cárdenas continúa pintando y exponiendo de vez en cuando, concentrado en su taller de la calle Domeyco y Rodrigo Hidalgo, luego de la disolución de Parkinson se dedicó a la pintura y a la música con proyectos personales.