martes, 27 de mayo de 2008

la noche de los tios

Entrevista en vivo en ccpachamama,
noche de despedida, 15-5-08. Foto de Diego Fermepin
La Noche de los tios (cronica de bienvenida)
Luego de dar tres vueltas sobre si mismo al ritmo de la música don Lalo me dice ¿¿Ve que la vida es linda??
No recuerdo haber afirmado lo contrario pero le sonrío y dejo que me bese la mano. Es la quinta vez que lo hace esta noche y no quiero que pase de la risa al llanto, como viene ocurriendo desde hace un rato. Don Lalo, es uno de los muchos indigentes que habitan la Plaza Echaurren, lugar de fundación de la ciudad de Valparaíso, hoy dormitorio al aire libre de los abandonados de siempre. Lalo está eufórico y baila y no puede creer lo que sus ojos ven, parlantes, micrófonos, cables, amplis. Tampoco da crédito a lo que sus oídos escuchan, el rock,n roll impetuoso de Perro Verde, encargados de abrir el show esta noche, el último de una serie de conciertos gratuitos en plazas públicas organizado por la banda local Afeitando la Comadreja, quienes han tenido la gentileza de invitarme a compartir escenario apenas se enteraron que venia por estos lados.
Por mail hemos hecho los contactos y por mail también hemos decido dedicar la tocata a Elena Varela, la documentalista presa por investigar el conflicto mapuche. Hace tres días que he llegado a Chile y todavía no entiendo cómo ocurrió semejante aberración, de la que me enteré vagamente a través de un video de una conferencia a puertas cerradas subido a Youtube por algunos de sus colegas documentalistas. La prensa chilena ha guardado del caso un silencio vergonzoso.
Don Lalo por supuesto, no sabe quien es Elena Varela, pero agradece al cielo con un trago de piscola que mama de una botella de plástico que saca de una de sus bolsas, que esta noche nosotros estemos aquí.
Perro Verde descarga rock puro y duro y “los tíos”, como hemos dado en llamarles a los dueños de casa, vacilan campantes los temas al borde de la pileta sucia que corona la plaza. Temo que alguno se caiga, pero mis temores no se hacen realidad. Los muchachos conocen su territorio.
Poco a poco se han ido acercando al escenario, como entendiendo en la marcha que este show es un regalo para ellos. Alguien pide una cumbia. Otro lo hace callar por desubicado.
Lalo me dice muy cerca del oído y a propósito de nada “Es que a mi me gusta tomar”, ¿no me diga? Le contesto. Se caga de risa y me pide que le cuide las bolsas porque tiene que ir a orinar. Se demora en decirlo, le da vueltas, ocupa eufemismos. Le digo que vaya no más que yo le cuido sus pertenencias. Este señor me trata como si yo fuera Lady Di.
Perro Verde termina con una tremenda ovación y con una motorista que irrumpe de pronto y se lleva al vocalista calle abajo.
A la plaza han llegado ya muchos adolescentes de diversas tribus urbanas, cual de todos mas esmerados en su look. Como soy vieja no distingo, pero me gusta el desfile de rarezas. En el intermedio una chica de chaqueta de charol rojo me dice que me conoce, que le gusta mi poesía, luego me cuenta que habla con Dios y que el mismísimo le indicó que era aconsejable que viniese esta noche a vernos.
Es mi turno. Me presenta Karen, vocalista de la Comadreja y quien es la principal responsable de mi presencia esta noche en este lugar. Pese a una aguda sordera producto de una gripe galopante que me aqueja desde que pise territorio nacional, logro descargar mis palabras y también mi consigna. En primera fila, muy cerca, los tíos me miran y me calan desde el punto mas profundo de sus ojos ahogados en alcohol. Una vez fuera del escenario ya no es sólo Lalo el que me sigue, ahora tengo tres gentiles señores que toman mis manos para besarlas, eso si siempre “Con mucho respeto señorita”.
Para cerrar los anfitriones despliegan lo suyo. Violeta toca la batería descalza pese al frío que esta comenzando a tomar la noche y se rie de un tío que le dice que si no toca bien se lo va a hacer saber después.
Es la primera vez que escucho a la Comadreja y me recuerda la fusión de jazz y rock de grupos que yo escuchaba en los lejanos ochenta como Fulano. “Esto es lo mas sublime que he escuchado. Son muy buenos músicos todos” dice entre bajo unos bigotes tipo Stalyn, Luis, otro de los tíos. Lo dice adoptando tono y gesto de crítico de arte.
Al borde de la pileta baila ahora agitando un pañuelo de aseo el cuidador de autos, un indigente que tiene un retraso mental y problemas en las piernas. Cuando se cansa se acerca y me cuenta que toda su vida vivió en la calle, “soy botado yo señorita”. Me toma del brazo y dice que le gustaría mucho tener una chaqueta como la mía. Le contesto que no puedo regalársela, pero a cambio le puedo dar un cigarro. Me responde que no fuma. Me cuenta a continuación que duerme en un hogar del ejército de salvación, que la cama generalmente es cómoda y caliente. Me comenta que ahí puede desayunar, almorzar tomar onces y hasta cenar si llega temprano. Sin embargo llora, al igual que don Lalo, “el cojo” llora después de soltar una risa.
El concierto ha terminado y todos estamos emocionados. No paso nada de lo que temíamos. Nadie nos agredió, nadie nos robo nada, nadie se cayó a la pileta. No hubo golpes, ni riñas, ni botellazos, ni siquiera malas palabras. Nadie me toco mas que las manos con un beso. La policía no intervino. Ningún paco armado se acerco a la plaza en ningún momento. Algo debe andar mal bromeo. Todos reímos. Hay que desenchufar. Los tíos, se acercan a dar abrazos a quien los reciba, quieren ayudar, se enredan, les decimos que gracias que mejor lo hacemos nosotros. Alguien comenta que tiene un hambre bárbara, el cojo dice fuerte para que todos escuchen que podemos ir al ejército de salvación que ahí dan comida súper buena cuando tienes hambre.

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