jueves, 16 de noviembre de 2006

La contraentrevista

Este articulo no ha sido publicado en ningun medio de prensa escrita


La Contraentrevista
(I Parte)

Ya que últimamente me parece que he vuelto a estar de moda, en Chile mi tierra, luego de un prolongado silencio producto de mi última gira Latinoamericana, que me llevó entre otros parajes de nuestro amado continente, por los iluminados senderos milenarios de la hermana República del Perú, conocí el calor y la picardía del pueblo mexicano ad portas del fraude electoral, los enigmas fascinantes de la Guatemala de postguerra (Apostaría mi cabeza a que NADIE en Chile se enteró jamás de la guerra fraticida que duró 34 años en el país de las ruinas mayas) y el verdadero sabor del asado argentino post crisis económica y antes de los cortes de gas, cuando los argentinos eran “nuestros hermanos”. La cosa es que vuelvo y vuelvo a desatar las iras y los amores de mis compatriotas y mis senos, pequeños pero juguetones, vuelven a la portada de los diarios amarillistas mas importantes de mi ciudad, que además constituyen más del 90% de la totalidad de la prensa nacional, (sino la totalidad). Imagínense no más entonces tamaña cobertura. A partir de las últimas entrevistas de mi persona que han aparecido en los medios locales, mis antiguos amigos de moda me han vuelto a invitar a sus fiestas de moda. Tías y parientes horrorizados han vuelto a llamar por teléfono a mi santa madre, beata y laboriosa mujer que de ninguna manera se merece a una hija como yo, para saber cómo se encuentra luego de las públicas travesuras de su hija menor, “la elisita”.
Y la elisita en tetas diciendo que se quiere coger a todo el mundo en el diario, a todo color, en las páginas centrales, al lado de la Kenita Larrín (que está mas gorda según rezan los titulares) y de la suelta de cascos (según afirman los mismos titulares) de la Pamela Díaz. Vuelvo a la palestra señores, al starsystem criollo, especie de gallinero o vitrina en liquidación de temporada, que mis tías devoran cada noche por las pantallas de sus televisores. Mis tías, buenas personas, trabajadoras, madres solteras y nanas casi todas.
A raíz de mis últimas apariciones en los medios, mi padre, modesto peluquero jubilado ex obrero eléctrico, ha vuelto a sentir vergüenza de su hija, su hijita menor, que en algún momento torció el rumbo y ha vuelto a preguntarse con angustia dónde estaba él que no se dio cuenta, probablemente pensando en la inmortalidad del cangrejo, asunto al que ha dedicado buena parte de su vida.
En tanto, mi hermana, la doctora, la primera profesional universitaria de una larga genealogía de campesinos pobres, me ha vuelto a ofrecer su ayuda económica, “Eli, si necesitabas plata por qué no me llamaste por teléfono, yo te puedo ayudar, pero no quiero que vuelvas a hacer toples”, me ha dicho por su celular entre cabro chico llorón y cabro chico llorón, la pobre, otra buena persona más, trabajadora, profesional de la salud, a la que el plan Auge de Salud Pública solo le ha traído un notorio auge en la frecuencia de sus jaquecas.
“Hermana, no son toples, son performances”, me vi en la necesidad de aclararle, pero ella no pareció notar la diferencia.
Bueno, a raíz de todo eso y porque finalmente, debo admitirlo ¡Perdón Familia!, me gusta el genero revisteril y entrevisteril y porque finalmente lo único que quiero es hacerme rica y famosa a costa de cualquier cosa, incluso de la salud mental de mis seres queridos, es que se me ocurrió, en un brillante momento de estremecimiento creativo, hacer esta contraentrevista. ¿Qué coño es una contraentrevista señorita profesora? preguntaría un alumno bobo de primer año de periodismo de una institución cara y privada (a dónde suelen llegar una buena cantidad de chicos bobos).
“Mijito, una contraentrevista es un arma revolucionaria, una respuesta, un contraataque, una suerte de guerrilla contra la ideología inyectada de manera subrepticia en la población a partir de las políticas editoriales de los mass media”, le respondería yo, con retórica marxista – maorista.
O sea, señor ciudadano, y siendo mas clara, si le hacen una entrevista, si vive sus cinco minutos de fama en la prensa escrita, radio o televisión (Cuídese especialmente de esta última) por cualquier evento no sospechado que le haya sucedido, como por ejemplo un crimen pasional en su familia, una inundación en su casa durante los temporales de invierno, si fue usted victima de una estafa de una inmobiliaria o simplemente se le ocurrió escribir un libro, cualquiera sea el caso en que usted es víctima de los mass media, haga su contraentrevista, ataque, denuncie, cuente su verdad, haga un blog y hasta puede si lo desea hacer una performance (Yo doy un taller muy barato y apto para todo publico, paso el dato)
Entonces, entrando de lleno en la contraentrevista, el asunto que nos compete en esta ocasión, paso a aclarar algunos puntos. El primero es en defensa de los colegas que me han hecho las notas, chavos y chavas muy jóvenes, entusiastas, probablemente muy mal pagados, movidos por el afán de inmortalizar sus nombres en el papel periódico que luego irá a empapar goteras o a envolver reinetas en el mercado. Juegan al nuevo periodismo porque no saben aun, no ha descubierto de que el periodismo al menos en este momento en Chile, no existe, el periodismo es hoy y ha sido siempre un puro bussines, un matrimonio perverso entre poder y tecnología de la información al servicio irrestricto de ese poder.
Con respecto a los textos publicados me interesa precisar algunos puntos.
Acerca de lo que se afirma en la última edición del The Clinic,
Estimado lector, estimados colegas, ministros, familiares y amigos, empresas auspiciadotas y personal calificado, a mi no me echaron del Diario El Mercurio, donde trabajé por cerca de tres años como colaboradora en las secciones de cultura y suplementos afines, porque me desnudara para recitar poesía. En primer lugar porque nunca me he desnudado en público para recitar poesía, cualquiera que haya ido a una presentación mía puede dar fe de ello. Lo que yo hago son parodias y uno de mis personajes parodia a la Ciciolina que como recordarán queridos colegas y amigos, acostumbrara a pasearse por las calles de Roma mostrando sus senos y una corona de flores blancas en medio de su rubia cabellera. Recordarán seguramente también que la chichi fue hasta hace unos años atrás, una reconocida estrella del porno que se hizo famosa entre otras cosas por coger con un burro.
En segundo término a mi no me “echaron cagando” como reza la nota, si no que me pidieron con muy buenas palabras que no colaborara más con el medio en cuestión, la empresa periodística mas importante del país, con una conocida tendencia derechista y opus dei, porque entre otras extravagancias se me había ocurrido un día la peregrina idea de agrupar a los colaboradores en una suerte de sindicato para reclamar mejoras laborales. En la jerga periodística se les llama “colaboradores” a los periodistas que prestan sus servicios a honorarios, es decir boleteando, sin contrato o con un contrato provisional (otro eufemismo más) completamente al margen de toda ley laboral y durante muuuuuuucho tiempo. “Elizabeth, si no estás conforme con las condiciones laborales que el diario te ofrece yo te pediría que dejaras de colaborar con nosotros”, lo recuerdo casi a la perfección, fueron las palabras de mi jefe dichas en un tono muy suave no exento de paternalismo.
Entre las demandas estaba que subieran las tarifas de las notas publicadas, que no habían sido modificadas en los últimos seis años. Pedíamos también, si mal no recuerdo, el aumento de las computadoras y las sillas en una sección que contaba con un equipo de diez personas y tres máquinas con sus correspondientes asientos y centrales telefónicas.
Por eso me echaron, pero en realidad como ya dije, no me echaron, me dijeron luego que los jefes valoraban mi trabajo y que si recapacitaba y me disculpaba por lo que ellos consideraban algo así como un insulto o un berrinche de hijo natural mal agradecido, mi situación podría ser reconsiderada y yo podría volver a estampar mi sucio y proleta nombre en las blancas y aristocráticas páginas del diario mas importante de Chile.
Y yo dije que no, lo dije por teléfono y nunca más puse un pie en el lugar, no porque no lo intentara sino porque como ustedes sabrán, luego del secuestro del querubín de la familia Edwards (dueños de la cadena periodística y de parte importante del país) en manos del frente patriótico Manuel Rodríguez, ocurrida en los años álgidos del gobierno militar a la salida de los mismísimos jardines de la empresa, las medidas de seguridad se extremaron. Los de recepción, gente más bien entrenada en cuarteles que en institutos de relaciones públicas, a los que no por nada le dicen los del bunker, son celosos y no entra nadie que no forme de manera oficial parte de la planta o que no se identifica claramente con sus documentos al día y con una cita confirmada. Por si quedara alguna duda el guardia llama a la persona requerida desde el mesón y solo cuando esta da su aprobación la visita puede ingresar a los ordenados campos que reciben al caminante agotado.
Campos donde a veces uno veía llegar al presidente de la república, a ministros y autoridades del más alto rango. El poder, que no es otra cosa que una sola y gran familia con hijos díscolos que se vuelven marxistas, drogones o artistas e hijos pródigos que cuidan y hacen crecer la fortuna familiar, el poder almuerza en El Mercurio entre otras razones porque la comida del casino es deliciosa y muy abundante. Y porque el casino está diseñado como se debe, de manera jerárquica con claras divisiones, con un gran salón común para el pueblo y salas vip, para la parte vip del pueblo, es decir los miembros de la familia real.
Eso es lo que mas extraño de El Mercurio, no a la familia real chilensis, harto desabrida por lo demás (yo me quedo con Diana, anoréxica, con amantes jóvenes y fatal), extraño la comida del casino porque era barata, abundante y hasta exótica para mi paladar claseobrero. Porque sepa usted que aunque los colaboradores pagábamos nuestro almuerzo, este era decididamente barato, la derecha es bastante compasiva en algunos aspectos con sus siervos, sobre todo con los más fieles.
Lo malo es que a mi nunca me ha gustado ser siervo y tampoco soy fiel. Debo decir también y en honor a la verdad que la derecha paga al día, lo que no es poco decir. Por lo demás, igual que en el resto de las empresas, El Mercurio esta lleno de buena gente y de gente deleznable. Gente que se saca la chucha trabajando, leyendo, informándose, cultivándose y que intenta hacer las cosas bien y honestamente a pesar de estar trabajando prácticamente en un estado policial o en un convento, que es casi lo mismo. No son la mayoría, pero existen, mis mas cordiales saludos a todos ellos.
Tengo la sospecha o mas dicho casi la convicción que mi salida del medio se produjo de manera natural, por este impasse sindicalista y porque yo no pertenecía a ese rebaño, porque nunca quise pertenecer y no porque me haya desnudado, ya que, de hecho si recuerdo bien, el mercurio fue el primer medio en publicar una foto mía desnuda, en el marco de la nota testimonial que yo hiciera cubriendo la performance de Tunick aquel nudista invierno del 2003. Ahí sí que me empiluché enterita, pero lo hice junto a cuatro mil chilenos más que saltaban de alegría y de frío esa helada mañana con 0 grados de temperatura. La crónica se titulaba, “Permiso, me voy a desnudar”, en alusión a un nudista que junto con pedir la pasada pedía permiso para desnudarse. Curiosamente el mercurio si me dio permiso aquella vez y no solo eso si no que además publicó a página completa la crónica que hice todavía temblando por la experiencia arrolladora de ver a mi pueblo en pelotas.
Asi que quede claro, señores a mi no me echaron por desnudarme.

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