(Este articulo fue publicado en la Revista ArtealLimite del mes de diciembre y en el diario Deformes. ..)
El peso del dolor
Trabajos de extrema radicalidad sitúan a la guatemalteca Regina José Galindo - recientemente galardonada con el León de Oro, a la mejor artista joven en la pasada versión de la Bienal de Venecia- como una de las artistas contemporáneas más destacadas dentro de la escena latinoamericana y con una fuerte presencia en la escena internacional. “Arte Al Límite” conversó con Galindo sobre la fuerza inquietante de sus performances.
Por Eli Neira.
Regina José Galindo mide aproximadamente un metro cincuenta de estatura y es extremadamente delgada. Esta performera y poeta tiene algo más de treinta años pero luce la apariencia de una adolescente. En el video de registro de una de sus obras, se la ve entrar a la galería Prometeo (Milán, Italia) vestida de riguroso negro, falda hasta la rodilla y un beatle que le cubre todo el torso. Parece una joven viuda. No hay maquillaje en su cara, no hay escote, no hay tacos, ni medias, ni nada que ornamente la escena compuesta apenas por una silla. Se sienta, desenvaina una cuchilla pequeña, descubre hasta la mitad del muslo su pierna derecha y entierra el arma en su carne hasta que la sangre comienza a botar, primero bajo la forma de pequeñas perlas rojas y luego formando surcos que poco a poco van dibujando la palabra PERRA. La operación, en su totalidad no demora más de 15 minutos pero uno quiere que acabe pronto. Luego de la primera letra, la mano le tiembla, se detiene unos segundos, toma aliento y prosigue. La cámara permite ver que también cómo tiemblan los músculos de la pierna herida. La cabeza gacha no deja ver el rostro de la artista, pero el dolor no solo se adivina, sino que se ha instalado en la retina y en la sensibilidad de quienes presenciamos la pieza, en vivo o en video.
Esta obra, como otras que componen su intensa trayectoria, hablan del dolor, la violencia y la hipocresía de una manera radical. Su meteórica carrera en las artes visuales se inicia a fines de los 90 y es consagrada el 2005 con un León de Oro a la mejor artista joven en la recién pasada versión de la Bienal de Venecia, con una performance compuesta por 279 golpes autoinflingidos, cada uno por cada mujer asesinada en Guatemala durante el primer semestre del 2005. Regina José no metaforiza, no representa, no gira en torno a los temas que le interesan, sino que los pone en escena rotundamente, ocupando para ello su cuerpo y su capacidad de acción. Y es que el dolor, como la violencia, han sido la marca de nacimiento de esta artista que gestó su universo creativo en medio de una de las guerras más cruentas y largas de la historia de Latinoamérica como fue la guerra civil guatemalteca de 34 años de duración. Guerra además caracterizada por manifestaciones de barbarie extremas que se extendieron a la totalidad de la sociedad.
A modo de ejemplo, en “El peso de la sangre” (2004, Guatemala), Galindo recibe sobre su cabeza un litro de sangre humana gota a gota; en “Himenoplastía”, (2004, Guatemala, Exposición Cinismo) se somete a una intervención quirúrgica de reconstrucción del himen para volver a ser virgen; en “No perdemos nada con nacer” (2001, 9 Festival de Performance Ex Teresa Arte Actual, México DF) es depositada dentro de una bolsa de plástico transparente en un basural municipal; en “Proxémica” (2003, Costa Rica) se encierra durante un día y una noche en un cubículo de blocks de cemento colocando el último block ella misma por dentro, para luego salir a fuerza de martillo y cincel. En Limpieza Social, (2006, Galería Civica Nacional, Trento, Italia) recibe un baño con una manguera de las que se usan para disolver manifestaciones.
Estos trabajos la sitúan a la fecha como una de las artistas jóvenes más destacadas dentro de la escena latinoamericana, con una fuerte presencia en la escena internacional.
-¿Existe para tí en el dolor una experiencia de tipo redentora, que se podría dar en la performance en un sentido religioso?, ¿Dónde estaría la diferencia y la similitud?
No trabajo el tema del dolor desde esa perspectiva. Quizás en el fondo o en el inconsciente existan puntos religiosos, ya que provengo de un país y una cultura que practican la religión y la fe. Me parece que la respuesta sería que yo trabajo con la realidad y la realidad es
dolorosa, por lo menos la que me rodea, yo la reinterpreto y la llevo a otras circunstancias. Yo no hago actos redentores para encontrar mi salvación ni mucho menos. Soy bastante fría y práctica en el momento de la acción. Soy dura ya que lo que me interesa es mostrar el filo de ciertas situaciones que existen, pero pareciera que se mantiene detrás de un velo. No realizo acciones en donde mi cuerpo se vea sometido a un acto de dolor por dolor, de forma gratuita. Todo tiene un por qué, una realidad detrás.
- Con respecto a la sangre, ¿Dirías que es un eje que cruza todo tu trabajo?
No. La sangre está presente en muy pocas obras, si analizamos todas las acciones que he realizado. Me parece que está presente en “El Peso de la Sangre”, que es una acción que habla sobre la violencia imparable en mi país, en cómo el derramamiento injustificado
de sangre pesa sobre todos, cómo todos somos participes y pasivos ante esta realidad.
En otras obras donde aparece sangre, ha sido una consecuencia de la acción, no un elemento simbólico primordial, como en el caso de “Perra” o “Himenoplastia”, donde la sangre fue simplemente resultado de la intervención sobre el cuerpo.
- ¿Que aspectos de los femenino gatillan en ti una obra?
Yo hablo como mujer y mi trabajo está invadido de mi condición, ya que es inevitable. El ser mujer latina, mujer guatemalteca, claro que me marcó y me hizo lo que soy ahora. Todos somos resultado de nuestra historia y nuestro contexto, del espacio y el ambiente en donde nos desarrollamos. Yo solamente he vivido en Guatemala con una problemática muy grande de violencia en general y una violencia de género fuera de todo ímite. Durante el conflicto armado, el daño a la población femenina era parte de la estrategia de guerra para infundir temor en la población, porque al matar a una mujer se mataba también la posibilidad de vida. En la actualidad, desde hace unos años, esto ha vuelto a ser parte de la realidad guatemalteca, solo que a mayores índices. Diariamente son asesinadas mujeres de las formas más brutales. Generalmente los cuerpos de los hombres aparecen degollados, con un tiro de gracia, apuñalados, asfixiados, pero el de las mujeres presentan evidencias de haber sido violadas y torturadas, previamente a ser asesinadas.
- Yo creo que tu trabajo es profundamente político aunque se despliegue en la esfera más bien íntima de tu cuerpo…
Cada acción es un intento de mostrar un aspecto de la realidad, son actos que quieren denunciar o cuestionar. Mantengo una actitud crítica y quizás por allí se filtra el término político, no como politiquería, sino como compromiso social. Son pequeños actos de resistencia. El cuerpo individual en confrontación y resistencia como metáfora del
cuerpo global.
Trabajos de extrema radicalidad sitúan a la guatemalteca Regina José Galindo - recientemente galardonada con el León de Oro, a la mejor artista joven en la pasada versión de la Bienal de Venecia- como una de las artistas contemporáneas más destacadas dentro de la escena latinoamericana y con una fuerte presencia en la escena internacional. “Arte Al Límite” conversó con Galindo sobre la fuerza inquietante de sus performances.
Por Eli Neira.
Regina José Galindo mide aproximadamente un metro cincuenta de estatura y es extremadamente delgada. Esta performera y poeta tiene algo más de treinta años pero luce la apariencia de una adolescente. En el video de registro de una de sus obras, se la ve entrar a la galería Prometeo (Milán, Italia) vestida de riguroso negro, falda hasta la rodilla y un beatle que le cubre todo el torso. Parece una joven viuda. No hay maquillaje en su cara, no hay escote, no hay tacos, ni medias, ni nada que ornamente la escena compuesta apenas por una silla. Se sienta, desenvaina una cuchilla pequeña, descubre hasta la mitad del muslo su pierna derecha y entierra el arma en su carne hasta que la sangre comienza a botar, primero bajo la forma de pequeñas perlas rojas y luego formando surcos que poco a poco van dibujando la palabra PERRA. La operación, en su totalidad no demora más de 15 minutos pero uno quiere que acabe pronto. Luego de la primera letra, la mano le tiembla, se detiene unos segundos, toma aliento y prosigue. La cámara permite ver que también cómo tiemblan los músculos de la pierna herida. La cabeza gacha no deja ver el rostro de la artista, pero el dolor no solo se adivina, sino que se ha instalado en la retina y en la sensibilidad de quienes presenciamos la pieza, en vivo o en video.
Esta obra, como otras que componen su intensa trayectoria, hablan del dolor, la violencia y la hipocresía de una manera radical. Su meteórica carrera en las artes visuales se inicia a fines de los 90 y es consagrada el 2005 con un León de Oro a la mejor artista joven en la recién pasada versión de la Bienal de Venecia, con una performance compuesta por 279 golpes autoinflingidos, cada uno por cada mujer asesinada en Guatemala durante el primer semestre del 2005. Regina José no metaforiza, no representa, no gira en torno a los temas que le interesan, sino que los pone en escena rotundamente, ocupando para ello su cuerpo y su capacidad de acción. Y es que el dolor, como la violencia, han sido la marca de nacimiento de esta artista que gestó su universo creativo en medio de una de las guerras más cruentas y largas de la historia de Latinoamérica como fue la guerra civil guatemalteca de 34 años de duración. Guerra además caracterizada por manifestaciones de barbarie extremas que se extendieron a la totalidad de la sociedad.
A modo de ejemplo, en “El peso de la sangre” (2004, Guatemala), Galindo recibe sobre su cabeza un litro de sangre humana gota a gota; en “Himenoplastía”, (2004, Guatemala, Exposición Cinismo) se somete a una intervención quirúrgica de reconstrucción del himen para volver a ser virgen; en “No perdemos nada con nacer” (2001, 9 Festival de Performance Ex Teresa Arte Actual, México DF) es depositada dentro de una bolsa de plástico transparente en un basural municipal; en “Proxémica” (2003, Costa Rica) se encierra durante un día y una noche en un cubículo de blocks de cemento colocando el último block ella misma por dentro, para luego salir a fuerza de martillo y cincel. En Limpieza Social, (2006, Galería Civica Nacional, Trento, Italia) recibe un baño con una manguera de las que se usan para disolver manifestaciones.
Estos trabajos la sitúan a la fecha como una de las artistas jóvenes más destacadas dentro de la escena latinoamericana, con una fuerte presencia en la escena internacional.
-¿Existe para tí en el dolor una experiencia de tipo redentora, que se podría dar en la performance en un sentido religioso?, ¿Dónde estaría la diferencia y la similitud?
No trabajo el tema del dolor desde esa perspectiva. Quizás en el fondo o en el inconsciente existan puntos religiosos, ya que provengo de un país y una cultura que practican la religión y la fe. Me parece que la respuesta sería que yo trabajo con la realidad y la realidad es
dolorosa, por lo menos la que me rodea, yo la reinterpreto y la llevo a otras circunstancias. Yo no hago actos redentores para encontrar mi salvación ni mucho menos. Soy bastante fría y práctica en el momento de la acción. Soy dura ya que lo que me interesa es mostrar el filo de ciertas situaciones que existen, pero pareciera que se mantiene detrás de un velo. No realizo acciones en donde mi cuerpo se vea sometido a un acto de dolor por dolor, de forma gratuita. Todo tiene un por qué, una realidad detrás.
- Con respecto a la sangre, ¿Dirías que es un eje que cruza todo tu trabajo?
No. La sangre está presente en muy pocas obras, si analizamos todas las acciones que he realizado. Me parece que está presente en “El Peso de la Sangre”, que es una acción que habla sobre la violencia imparable en mi país, en cómo el derramamiento injustificado
de sangre pesa sobre todos, cómo todos somos participes y pasivos ante esta realidad.
En otras obras donde aparece sangre, ha sido una consecuencia de la acción, no un elemento simbólico primordial, como en el caso de “Perra” o “Himenoplastia”, donde la sangre fue simplemente resultado de la intervención sobre el cuerpo.
- ¿Que aspectos de los femenino gatillan en ti una obra?
Yo hablo como mujer y mi trabajo está invadido de mi condición, ya que es inevitable. El ser mujer latina, mujer guatemalteca, claro que me marcó y me hizo lo que soy ahora. Todos somos resultado de nuestra historia y nuestro contexto, del espacio y el ambiente en donde nos desarrollamos. Yo solamente he vivido en Guatemala con una problemática muy grande de violencia en general y una violencia de género fuera de todo ímite. Durante el conflicto armado, el daño a la población femenina era parte de la estrategia de guerra para infundir temor en la población, porque al matar a una mujer se mataba también la posibilidad de vida. En la actualidad, desde hace unos años, esto ha vuelto a ser parte de la realidad guatemalteca, solo que a mayores índices. Diariamente son asesinadas mujeres de las formas más brutales. Generalmente los cuerpos de los hombres aparecen degollados, con un tiro de gracia, apuñalados, asfixiados, pero el de las mujeres presentan evidencias de haber sido violadas y torturadas, previamente a ser asesinadas.
- Yo creo que tu trabajo es profundamente político aunque se despliegue en la esfera más bien íntima de tu cuerpo…
Cada acción es un intento de mostrar un aspecto de la realidad, son actos que quieren denunciar o cuestionar. Mantengo una actitud crítica y quizás por allí se filtra el término político, no como politiquería, sino como compromiso social. Son pequeños actos de resistencia. El cuerpo individual en confrontación y resistencia como metáfora del
cuerpo global.
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